Joaquín Medina Ferrer
Hace unos días escuchaba a Antonio Orejudo, el autor de la novela que hoy reseñamos, decir en una tertulia radiofónica que una de las causas que posibilita que en los tiempos modernos en los que es tan fácil el acceso a los medios de comunicación sea cada vez más patente un mayor acriticismo, (si es que tal palabra está permitida), entre la población tiene que ver con la progresiva eliminación de los programas de enseñanza de lo que conocíamos como, fuera o no asignatura reglada, Comentario de texto.
Argumentaba Orejudo, puede que con una cierta deformación profesional, no olvidemos que es profesor de Literatura española en la universidad de Almería, que el comentario de texto, su aprendizaje correcto, era decisivo a la hora de analizar cualquier información y que ese análisis lo estaba echando en falta en la sociedad actual.
La voz de Orejudo sonaba a esas horas del fin de semana que la mayoría de las personas dedican a remolonear. Quienes pueden. Quienes puedan. Horas que, dicho sea de paso, los insomnes esperamos ya con ansia hartos de noches tan largas.
Estas palabras del escritor me llevaron inevitablemente a recordar que aún tenía pendiente la redacción de la reseña correspondiente a la lectura mensual de nuestro club. Hacía algún tiempo que yo, siguiendo una recomendación experta plena de superlativos, había comenzado a leer las Fabulosas narraciones por historias entremezcladas con otras obras. Por razones que no vienen al caso hube de interrumpir la lectura. He de decir que cuando más tarde en vez de reanudar la lectura de la obra la comencé de nuevo me gustó aún más. Sigue leyendo